Las razzias son las redadas que hacen las policías municipales para detener a las personas, casi siempre jóvenes y niños, que estén realizando actos ilegales en la vía pública. Hace unos días se llevó a cabo un operativo policial de ese tipo en las colonias “revolución “y “el moral “de Xalapa. Son cada vez más frecuentes y exhiben una realidad social que a todos nos debería preocupar. En estas líneas dejo una breve opinión acerca de este alarmante tema:
Las razzias que se hacen en Xalapa deben ser sometidas a normas legales, no se deben dejar a criterios de los jefes de la policía; es indispensable que salgan de la nota roja y ocupen un espacio central en las noticias y las reflexiones periodísticas. En este momento las razzias se ven con amarillismo, desinterés y temor. Esos son elementos de un círculo vicioso e inútil que explican muy poco y no resuelven nada acerca del peligrosísimo fenómeno de las pandillas juveniles. Hay que empezar a hacer algo como sociedad y gobierno antes de dar lugar a las lamentaciones y los arrepentimientos. Lo que nos debe quedar claro es que es inútil aplicar el método del garrote a un problema social que requiere atención seria e integral.
Las fotografías publicadas en la prensa local, especialmente en el “diario de Xalapa “,nos muestran a jóvenes que casi son niños y que sonríen ante la cámara en la incomprensión de los alcances de sus actos; para ellos la vida es así, sin reglas, loca y sin futuro. Esa es la realidad de Xalapa, con una crisis social expresada en los ni-ni y en las pandillas juveniles que urge atender. Hay que empezar por acercarse a esos muchachos y explorar con ellos posibilidades de integración social y apertura de espacios de oportunidades.
Como pasan los años y no se hace nada al respecto la situación de los jóvenes marginales se sigue agravando. Vamos de mal en peor. Obviamente las pandillas juveniles van ascendiendo en grados delictivos y en desarrollo criminal: del robo a transeúntes pasan al de vivienda, del asalto callejero llegan al secuestro, de la piratería ascienden al narco menudeo y del uso de cuchillos y cadenas pasan a las armas de fuego. Es perfectamente posible que las pandillas juveniles deriven en estructuras controladas por mafias de todo tipo, incluso corre la versión de que pandilleros xalapeños han sido trasladados a la frontera norte de nuestro país para ser adiestrados en actividades de la delincuencia organizada.
Más que sorprendente, dada la magnitud del problema social que tenemos en Xalapa, es desesperante y muy condenable la actitud omisa, irresponsable y de gran ignorancia que manifiestan tanto las autoridades locales como estatales sobre estos gravísimos asuntos que involucran a miles de jóvenes y niños de nuestra ciudad. Es inadmisible para los ciudadanos que las instituciones públicas estén al margen de problemas que no se van a quedar en estas “favelas” locales, sino que van a expandirse a cualquier punto de la ciudad y la región.
Si no se actúa a tiempo y bien se nos avecina un futuro negro. Sólo momentos explosivos se pueden esperar en una ciudad pobre, con una enorme población juvenil y donde los gobiernos no promueven políticas sociales adecuadas. No hago alarmismo si manifiesto que, en pequeño o en caricatura, ya empezamos a padecer similitudes con la “mara salva trucha” (ms, mara y ms-13). Por el momento puede ser en forma de imitación y como efecto del ambiente nacional de inseguridad pero, después, puede ser algo más consolidado y cotidiano al grado de que nos traiga situaciones de terror.
Recadito: quitémonos el sombrero ante las manifestaciones de apoyo de los ciudadanos a nuestros damnificados.2 de octubre no se olvida.
Xalapa Enríquez ver. 1 de octubre 2010
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