10 Septiembre, 2010 - 02:02
CREDITO:
Enrique Campos Suárez
La voz del Partido Acción Nacional se escucha mucho más ahora que su vocero es una figura tan respetada como Maximiliano Cortázar. Pero resulta inevitable pensar que cuando sale a los medios, lo que dice es la postura de la casa presidencial.
Y no está mal que un partido político acompañe a su Presidente, pero sí está mal que anule su voz legislativa por el hecho de ser el partido en el Poder Ejecutivo.
Al PAN le sucede lo mismo que suele criticar de su oposición: se ha convertido en un duro crítico del actuar ajeno, pero es pasivo al momento de tener que defender en el Congreso la postura contraria.
Es obligación del Poder Ejecutivo y de su partido en el Congreso cansarse de proponer lo que consideran correcto. Sin embargo, no lo han hecho una sola vez.
Puede ser que resulte una propuesta políticamente cuesta arriba el buscar que se homologaran las tasas del IVA y del ISR, pero si no se atreven siquiera a proponerlo, sí es imposible.
Presume el gobierno federal que por primera vez en muchas décadas no mandaron una miscelánea fiscal al Congreso junto con el paquete económico. Eso no está para presumirse, está para dar pena.
Porque se presume la estabilidad del marco tributario cuando éste funciona de manera adecuada, pero cuando la gran meta de recaudación es de apenas de 10% del Producto Interno Bruto, es ilógico.
Hacienda le sigue llamando a los “dos parches fiscales” propuestos por la actual administración, las “dos grandes reformas estructurales de los impuestos”, cuando no fueron sino parches incompletos.
El PAN debería hacer lo mismo que ya hizo con la propuesta de reforma en materia laboral: arriesgarse.
La iniciativa de cambios a la Ley Federal del Trabajo es lo deseable de un partido en el poder: proponer y dejar en el terreno de la oposición la responsabilidad de dar el siguiente paso.
Ahora, el PRI en el Senado ha prometido que propondrá su propia reforma laboral. Algo que no se podría suponer sin ese primer paso de la Secretaría del Trabajo y el partido gobernante.
Es obvio que en un cambio como el laboral, el PRI quisiera poner su toque. Porque si hay beneficios, quiere cobrar los dividendos entre los que reciban estas buenas noticias.
Y si en el camino hay que afectar intereses sindicales, pues que sean los menos posibles de sus grupos agremiados.
En materia fiscal debería ser lo mismo: ser proactivos. Propositivos.
Pero lo cierto es que los diputados panistas se ven pasmados, quizá dominados por sus ambiciones personales. Ya sea que se sientan precandidatos presidenciales o a gobiernos estatales, pero entre sus más altas dirigencias y sus representantes en las comisiones que analizan el Presupuesto, hay inmovilidad.
Son muy buenos para criticar, para acabarse al PRI por proponer una baja en la tasa de IVA de 16 a 15%, pero son incapaces de proponer una tasa homologada de 13% que recaude más y que permita un aumento en el poder de compra.
Son buenos para decir que los tricolores son populistas y electoreros, pero no se atreven a proponer que se acabe con el monstruoso IETU a cambio de eliminar las exenciones electorales del ISR.
El PAN en el Congreso aparece como anulado, rebasado por el poder presidencial y por el activismo opositor. Esencialmente del PRI, porque del PRD la realidad es que hay que espera muy poco.
El rencor ha hecho presa de la mal llamada izquierda mexicana y no han sido capaces de proponer algo que cruce ligeramente la línea de la sensatez.
La política legislativa, sobre todo de los cercanos al lopezobradorismo, es parar en seco cualquier iniciativa que venga del Ejecutivo.
Mientras que el conciliador dirigente partidista y sus seguidores en el Congreso tienen muy poquita voz y prácticamente van de salida de la presidencia del partido del sol azteca.
Así que por ahora, populista o no, el único partido que está haciendo uso de sus facultades como promotor de cambios legislativos es el PRI.
Puede ser que mover el IVA sea una mala noticia sin reforma fiscal integral de por medio, pero el PAN no hace nada más allá de la demagogia verbal para responder a los tricolores.
Deberán considerar eso como un pecado de omisión en sus obligaciones de representación popular.
Son buenos para decir que el PRI es populista, pero no se atreven a proponer que se acabe con el monstruoso IETU.
El Economista
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