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lunes, 20 de septiembre de 2010

FIESTA POR COMPROMISO. 2ª DE 3 PARTES.

Las políticas prohibicionistas [...] no han producido los resultados esperados… Estamos más lejos que nunca del objetivo proclamado de erradicación de las drogas. Por ello, romper el tabú, reconocer los fracasos de las políticas vigentes y sus consecuencias es una condición previa a la discusión de un nuevo paradigma de políticas más seguras, eficaces y humanas”.

Pues en la búsqueda de ese libro andaba yo cuando lo vi ahí; solito, con sus forros de color rojo y sus monitos: “¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro”, el último libro, como ya dije, de Andrés Oppenheimer. Oppenheimer no le gusta a muchos, pues lo tildan de ser un periodista e investigador “de derechas”; tal vez lo sea; o sí, de hecho lo es, empero sus planteamientos son interesantes e ilustrativos, además de informados. ¿Qué me seduce de la obra? Todo. Oppenheimer viene a poner el dedo en la llaga, a echar sal en la herida; a decirnos: “¡Basta de historias!”. Y con ese juego de palabras magistral nos convoca a los latinoamericanos (él lo es) a que hagamos a un ladito las celebraciones enfermizas y los festejos desquiciantes; con pelos y señales desmenuza nuestra realidad académica y la contrasta con países de todo el Orbe para hallarle a nuestras miserias locales una explicación razonada y razonable: Por estar contándonos historias, las más de las veces de inciertas y de naturaleza dudosa, estamos perdiéndonos la oportunidad de prepararnos para el futuro.

Hace 10 años, leí un libro de Juan Enriquez Cabot: “El Reto de México. Tecnología y Fronteras en el Siglo XXI. Una Propuesta Radical”.1 En él, el autor nos recordaba la frase de Winston Churchill pronunciada en 1953: “Todos los grandes imperios del futuro serán imperios de la mente”.2 El libro es maravilloso porque, sin tantos datos y refiriéndose exclusivamente al caso mexicano, nos refiere lo mismo que Andrés Oppenheimer diez años después: “Los países más ricos ya no requerían grandes depósitos de oro y diamantes… ni territorios extensos… ni millones de gentes… Necesitan educar a su población. Necesitan un liderazgo que permita construir. Necesitan atraer gente inteligente y emprendedora. Nada más”.3 Dice Oppenheimer: “Este libro argumenta que los países latinoamericanos están demasiado inmersos en una revisión constante de su historia, que los distrae de lo que debería ser su principal prioridad: Mejorar sus sistemas educativos”.4

Fue en ese punto de la lectura, precisamente, que recordé a Alvin Toffler. Porque estábamos hablando de Alvin Toffler, ¿lo recuerdan? No fue este año, ni hace 10, ni siquiera hace 31 o 57, no señor, Alvin Toffler escribió un párrafo magnífico que nos remonta la friolera de casi 200 años, 181 para ser exactos, en la historia del Mundo: “La educación pública general constituyó, evidentemente, un humanizador paso hacia delante. Como declaró en 1829 un grupo de obreros y artesanos de Nueva York: ‘Después de la vida y la libertad, consideramos que la educación es el mayor bien concedido a la Humanidad’”.5 Y si un grupo de obreros y artesanos neoyorquinos hace casi 200 años se dieron cuenta de lo evidente ¿por qué nosotros, los pueblos latinoamericanos, no hemos podido entenderlo, ya no para esas fechas -pues la mayoría de nuestros ancestros estaban muy ocupados matándose entre sí-, sino hace, digamos, 30, 20 o 10 años?

En su libro, Oppenheimer no nos ahorra ninguna visión ni ningún dato estadístico; a continuación, le presento un apretado resumen de algunas de sus premisas:

  • La absoluta mayoría de los pueblos latinoamericanos se sienten muy orgullosos de sus universidades nacionales; pese a que México y Brasil se encuentran entre las 12 economías más poderosas del Globo, en el ranking mundial (londinense o chino), apenas dos de sus universidades se encuentran dentro de las mejores 200 casas de estudio y eso en alguno de los últimos lugares de la lista, en tanto que hay varias universidades de los Estados Unidos, China, India, Corea del Sur e Israel, entre otros países de mucho menor potencial;6
  • La mayoría de los graduados en Latinoamérica pertenecen a las ciencias sociales; en Argentina, por poner un ejemplo, hay 3 psicólogos por cada ingeniero; en México, en la UNAM, por poner otro, se gradúan tres veces más historiadores que ingenieros petroleros o en computación; en tanto que China, cada año genera un millón 242 mil ingenieros contra 16 mil historiadores ¡y apenas mil 520 filósofos!;7
  • Latinoamérica representa menos del 2% de la investigación mundial; el 28% corresponde a Asia, el 30% a Europa y el 39% a los Estados Unidos; y ese patético 2% corresponde apenas a 4 países: Brasil (62%), México (13%), Argentina, (12%) y Chile (4%);8
  • Mientras que Corea del Sur registra 7,500 patentes en los Estados Unidos, Brasil registra 100, México 55, Argentina 30, Venezuela 14 y Chile 13;9
  • El premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz, crítico del Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), etc. afirma que en los próximos años “la educación será aún más importante que antes. […] Para prosperar, para ser competitiva, América Latina debe modernizar sus habilidades y mejorar su tecnología”;10
  • Apenas el 27% de los jóvenes en América Latina están en la Universidad, comparado con el 69 de los países industrializados,11 y
  • En los exámenes internacionales, por fuerza, los niños y jóvenes latinoamericanos ocupan los últimos lugares.12 Y podría seguir.

Continuará…

    Luis Villegas Montes.

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